Sueño con jardín encantado

Fotografía de Maria Orlova.

Este sueño me ocurrió en mayo del año 2017. Sin embargo, lo he atesorado y de vez en cuando pienso en él.

Una amiga mía alquilaba unos cuartos estilo galería en la que fue casa de mi amadísima e inolvidable abuela paterna. Las dos estábamos sentadas como dos viejas chismosas mirando el patio mientras conversábamos de esto y de lo otro. De pronto noté que, de entre las cerámicas del patio entrañable que guardo en mi memoria, habían renacido unas plantas. ¡Eran las plantas del jardín de mi abuela! Sin embargo, no le comenté esto a mi amiga, sino que me guardé para mí la sorpresa de comprobar que esas antiquísimas semillas habían florecido otra vez, a pesar del tiempo, de los años y de la muerte. En lugar de eso, le pregunté a mi amiga con la misma naturalidad con la que habíamos estado conversando:

–¿Qué plantas son? ¿Cómo se llaman?

Mi amiga miró las plantas que estaban ya de mediana altura y eran espigadas y moradas (tipo esa mezcla exquisita de «Costilla de Adán» y hoja «mariposa» que mi abuela perseguía como a una criatura utópica en todos los viveros).

–Oh –dijo esta amiga sonriendo–, se llaman «Lo que el viento se llevó».

Y en efecto, una brisa dulce las mecía, como si mi abuela me estuviera saludando con el amor de siempre a través de todos los mundos.

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